HAY UN NUEVO
RETORNO de la religiosidad. No es el primero. La diferencia es
que los intelectuales discuten la religión y ésta vuelve al discurso
político, permanece en géneros populares o es aludida en libros que
no tratan directamente de Dios y la fe.
En 1209 la ciudad
francesa de Béziers fue saqueada y la población cátara masacrada por
fuerzas papales que se encontraban bajo el mando de Simón de
Montfort. Poco antes de los ataques, un oficial le preguntó a
Montfort cómo debía hacer para reconocer a los "herejes" de los
"verdaderos cristianos". El capitán, con sequedad, le respondió
"Mátenlos a todos, Dios reconocerá los suyos".
Esos "suyos"
son los que multiplican aún hoy su nombre casi como un mandamiento
más. La palabra Dios está en todas partes. Y no sólo aparece por
millones en Google y en las marquesinas de las cada vez más
numerosas iglesias evangélicas. La omnipresencia divina trasciende
en la actualidad todos los escenarios. Sale de los templos,
atraviesa escritorios políticos, se desparrama en las creencias
populares y se reproduce insistentemente en territorios habituales y
extraños. Esto no fue siempre así. Existe un palpable retorno de la
espiritualidad, los creyentes entablan diálogos más personales con
lo sagrado, lo divino, aquello que está por encima de los andamiajes
de las grandes religiones y también de las más pequeñas que se
reproducen casi diariamente.
Para muestra veamos novedades
editoriales. En los últimos meses se han publicado libros con
títulos como Dios no es bueno (Debate), de
Christopher Hitchens; Ganarle a Dios (Edhasa), de
Hanna Krall; Dios está en el cerebro (Norma), de
Mathew Alper; No ser Dios (Paidós), autobiografía
de Gianni Vattimo; Las políticas de Dios (Norma),
de Gilles Kepel o incluso Por qué no podemos ser
cristianos (Del Nuevo Extremo), de Piergiorgio Odifreddi,
entre otros que lo aluden directa o indirectamente. Esos títulos no
necesariamente reflejan una referencia al estudio de la deidad, pero
no han podido obviar su mención.
Una voz resuena, repercute,
molesta: ¿Se trata de un retorno, regreso, resurrección del nombre
divino? "Creo que se habla de otra manera", arriesga el ensayista
Esteban Ierardo: "El hablar actual sobre Dios tiende a alejarse del
compromiso con los dogmas o ritos de las religiones establecidas. La
invocación a Dios es quizá ansia de una fuerza que dé sentido a la
propia vida. Claro que la aproximación a lo divino sigue estando
mediada por las grandes religiones monoteístas y por el creciente
evangelismo y otros cultos (como Hare Krishna, budismo, yoga, o
cultos populares, como el del Gauchito Gil). Pero ahora las vías
tradicionales y colectivas de la religión conviven con la aparición
de un sujeto que puede ser receptivo a varias creencias religiosas,
pero sin perder por esto su independencia, su no pertenencia formal
a ningún culto en particular".
La sensación, casi certeza es
que este Dios que entendemos como un viejo huésped se construye y
reconstruye más allá de las estructuras religiosas, mal que le pese
a las instituciones de todos los credos. A veces, hasta magnifica y
se mezcla con el discurso político. En mayo de 2006, el presidente
de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, envió una carta abierta al presidente
de EE. UU. George Bush, sobre la política global, donde ponía en
evidencia la mezcla de discursos religiosos y políticos. Era muy
llamativo el lenguaje utilizado. Ahmadinejad escribía: "Si los
profetas Abraham, Isaac, Jacob, Ismael, José o Jesucristo (la paz
esté con él) estuvieran hoy entre nosotros, ¿cómo juzgarían tales
conductas?" En obvia referencia a la actitud bélica de Bush. "Me han
dicho que su Excelencia sigue las enseñanzas de Jesús (la paz esté
con él) y que cree en la promesa divina de un reinado de los justos
en la tierra", proseguía Ahmadinejad, recordándole que "según
versículos divinos, todos estamos llamados a adorar a un Dios y a
seguir las enseñanzas de los Profetas divinos" y agrega: "El
liberalismo y la democracia de corte occidental no han podido
contribuir a la realización de los ideales de la
humanidad".
Hoy, esos dos conceptos han fracasado. Los más
clarividentes pueden oír ya el ruido de la fractura y caída de la
ideología y del pensamiento de los sistemas liberaldemocráticos"; y
concluye: "Nos guste o no, el mundo gravita hacia la fe en el
Todopoderoso y la justicia y la voluntad de Dios prevalecerán sobre
todas las cosas". Pocas veces ha ocurrido que presidentes de países
tan diferentes compartan vocabulario místico. George Bush había
dicho anteriormente que invadía Irak porque Dios se lo había pedido
y Osama bin Laden, a su vez, decía haber emprendido una guerra santa
contra los Estados Unidos. Todo dios es político.
Dice el
filósofo francés Michel Onfray, autor del Tratado de
ateología (De la Flor) y ateo militante, que en Europa hay
un retorno hacia prácticas espirituales; que en los países de Asia y
Oriente hay una expansión; y que en EE. UU. , un refuerzo. "El fin
de las ideologías, de los grandes discursos políticos y éticos, dejó
a los hombres desamparados, y éstos se refugian en un cielo que
permite todos los delirios para hacer la vida más vivible
?argumenta?. No satisfecho con la prohibición de comer el fruto
prohibido, Dios no cesó de manifestarse mediante interdicciones. Las
religiones monoteístas no viven sino de prescripciones y de
exhortaciones: hacer y no hacer, decir y no decir, pensar y no
pensar... Prohibido y autorizado, lícito e ilícito, los textos
religiosos abundan en codificaciones existenciales, alimentarias, de
comportamiento, rituales, etcétera".
La noción de retorno no
es buena, advierte Danièle Hervieu-Léger socióloga y directora de la
Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París. A mediados
del siglo XX comenzó una proliferación de creencias que los grandes
aparatos religiosos no controlaban. Hay desregulación, dice
Hervieu-Léger, la manera en que se lleva a cabo el proceso de
individualización, de subjetivación de creencias y, como, en efecto,
se desmoronaron y continúan desmoronándose los grandes códigos
gestionados por los aparatos religiosos. No hay retorno. Las
instituciones religiosas tienen, de un modo variable según cada
sociedad, cada vez menos influencia en las conciencias. Los
individuos mismos fabrican todo tipo de pequeños sistemas de
creencias en función de sus intereses, de su inspiración, de su
disposición, de sus experiencias".
El origen de
la fe
¿Cuándo nació Dios? ¿Hay origen? El
sociólogo Emile Durkheim buscaba en su investigación la esencia del
fenómeno religioso, es decir, las primeras noticias de la religión o
de Dios y así llegó al totemismo. Anteriormente, Hegel había
encontrado cómo distintos pueblos habían representado lo sagrado
mediante símbolos naturales, piedras, flores, vegetales, animales.
Dice el filósofo Rubén Dri que no se conoce pueblo sin religión.
Esto, sin embargo, no constituye ninguna prueba de la existencia de
la divinidad como se ha sostenido desde las instituciones religiosas
y sus credos. Pero sí prueba que la religión forma parte esencial de
la cultura humana; que no es un invento de chamanes, brujos, imanes
o sacerdotes. "La religión surge de la necesidad de dar sentido a la
realidad, de escapar al caos que significa el sinsentido. El hombre
desde un principio no dejó de experimentar una fractura que había
despedazado su integridad. Algo andaba mal. Se necesitaba una
recomposición para que el caos no terminara de arrojarlo al
sinsentido. Surge entonces una actividad esencialmente simbólica,
destinada a otorgar sentido al grupo, etnia, tribu o pueblo y, en
consecuencia, al individuo. Es la religión", escribe
Dri.
Hacia los años 2900-3000 aC. aparecen las primeras
oraciones de los sumerios y posteriormente esa cultura de la oración
religiosa fue parte de los babilonios. El primer monoteísmo se
encuentra en el culto del dios solar egipcio Atón promovido por el
faraón Akenatón que gobernó entre 1358 y 1340 aC. Este dios del sol
es citado frecuentemente como el ejemplo de monoteísmo más antiguo
del que se tiene conocimiento y a veces puede ser citado como una
influencia formativa del judaísmo temprano.
El
largo entierro
En el siglo XIX Friedrich
Nietzsche declaró: Dios ha muerto.
Lo escribió en dos de sus
obras pilares: La gaya ciencia y Así habló
Zaratustra. De allí surge el fundamento del nihilismo, como
consecuencia de esa muerte. Una idea que Hegel ya había esgrimido
tiempo antes. Dice Onfray: "Dios no está muerto ni agonizante, al
contrario de lo que pensaba Nietzsche, porque no es mortal. Las
ficciones no mueren, las ilusiones tampoco; un cuento para niños no
se puede refutar. Ni el hipogrifo ni el centauro están sometidos a
la ley de los mamíferos. Un pavo real, un caballo, sí; un animal del
bestiario mitológico, no. Ahora bien, Dios proviene del bestiario
mitológico como miles de otras criaturas que aparecen en los
diccionarios en innumerables entradas, entre 'Démeter' y
'Discordia'. Así pues, Dios durará tanto como las razones que lo
hacen existir; sus negadores también... ¡Parece un inmortal!"
A Dios se le atribuye omnipotencia (todo lo puede);
omnisciencia (todo lo sabe); omnipresencia (todo lo abarca) y
omnibenevolencia (es absolutamente bueno). Hay disidencias en cuanto
al afirmar que es moralmente bueno. Christopher Hitchens en su libro
Dios no es bueno dispara contra las religiones y
dice: "La religión dijo sus últimas palabras inteligibles, nobles o
inspiradoras hace mucho tiempo; a partir de ese momento, se
convirtió en un humanismo admirable pero nebuloso, igual que le
pasó, por ejemplo, a Dietrich Bonhoeffer, un valiente pastor
luterano ahorcado por los nazis por negarse a actuar en connivencia
con ellos. No habrá más profetas ni sabios de antiguo cuño, lo cual
es la razón por la que las devociones de hoy en día son únicamente
ecos de repeticiones del ayer, a veces elaboradas hasta el hilarante
extremo de conjurar una terrible
vacuidad".
Ciencia vs. religión
Hubo un viejo enfrentamiento nunca
definitivamente terminado entre ciencia y religión que no ha
admitido posiciones intermedias. La teoría de la evolución era quizá
el elemento más contundente en la separación entre ambos mundos. La
disolución, el apartamiento de teorías como el positivismo
científico y el marxismo que creían haber puesto a la religión en el
terreno de lo mágico y lo ficcional, ha posibilitado un mayor
diálogo entre las dos esferas.
Santiago Zabala, filósofo
italiano, sostiene que después de la modernidad no quedan fuertes
razones filosóficas para que un ateo rechace la religión ni para ser
un teísta que rechace la ciencia. En la condición posmoderna,
explica, la fe, que ya no está basada en la imagen platónica de un
Dios inmóvil, absorbe estos dualismos sin encontrar en ellos ninguna
razón de carácter conflictivo.
Ha habido un reto permanente y
mutuo entre Iglesias y ciencia en el que temporariamente una de
ellas ha tenido la pretensión de hacerse valer como única fuente de
verdad. Gianni Vattimo dice que las discusiones sobre los milagros,
sobre la posibilidad misma de demostrar o no la existencia de Dios,
sobre la conciliación entre omnipotencia y omnisciencias divinas y
libertad humana, estuvieron siempre motivadas por la idea de que "la
verdad nos hará libres". Sólo podía ser la verdad objetiva. La
Iglesia hizo lo mismo y aplicó esa conceptualización a los
enunciados de la Biblia. Vattimo dice que en ello han incluido
aquellos preceptos que expresaban la astronomía y la cosmología de
los antiguos como Galileo y el heliocentrismo o la orden de parar
dada al sol por Josué delante de las murallas de Jericó, entre
otros. "Ya fuera para responder al desafío de la ciencia moderna, ya
para sentar las bases desde las cuales predicar el cristianismo a
mundos y culturas remotas, lo cierto es que la Iglesia fue
desarrollando de modo progresivo toda una doctrina de los preambula
fidei en relación cada vez más estrecha con una metafísica de tipo
objetivista".
Dios, el retorno
En Francia ha surgido una tendencia paradójica:
el ateísmo cristiano. Es la posición de algunos filósofos que dicen
no creer en Dios (por lo cual son ateos), pero que suscriben a todos
los valores cristianos (en lo que son, por lo tanto, cristianos y
ateos). Es una idea que afirma al mismo tiempo la excelencia de los
valores cristianos y la índole insuperable de la moral
evangélica.
Richard Rorty ha sumado sus argumentos en un
libro breve que publicó con Vattimo titulado El
futuro de la religión (Paidós). Allí
escribió: "Coincido con Hume y con Kant en que el concepto de
'prueba empírica' es irrelevante a la hora de hablar de Dios, pero
este punto sirve por igual contra el ateísmo y el teísmo. El
presidente Bush ha aportado un buen argumento cuando dijo, en un
discurso destinado a complacer a los fundamentalistas cristianos,
que 'el ateísmo es una fe', pues 'no puede confirmarse ni refutarse
mediante argumentos o pruebas'. Pero lo mismo puede aplicarse, desde
luego, al teísmo. Ni los que afirman ni los que niegan la existencia
de Dios pueden reclamar, de forma plausible, tener pruebas de su
parte. Ser religioso en el Occidente moderno no tiene mucho que ver
con la explicación de fenómenos específicamente observables",
argumentó Rorty.
Gianni Vattimo explica que habría que tomar
en cuenta dos variantes para hablar del retorno de lo religioso. Por
un lado, el retorno como exigencia, como nueva vitalidad de iglesias
y sectas, como búsqueda de doctrinas y prácticas distintas: la
'moda' de las religiones orientales, etc. y está motivado por la
inminencia de riesgos globales que nos parecen inéditos, sin
precedentes en la historia de la humanidad. Empezó después de la
Segunda Guerra Mundial con el miedo a una posible guerra atómica y
siguió hasta el presente con el miedo a la proliferación de armas de
destrucción masiva, los desmadres ecológicos, la manipulación
genética, entre otros temores. Por el lado de la filosofía y de la
reflexión explícita, el retorno de lo religioso parece producirse de
formas muy diversas, ligadas a las vicisitudes teóricas que aparecen
más bien remotas y contrastan con la inspiración, las más de las
veces 'fundamentalistas', de la nueva religiosidad inspirada en los
temores apocalípticos difundidos en nuestra sociedad. Por su parte,
Zabala disiente: "El renacimiento de la religión en el tercer
milenio no viene motivado tanto por las amenazas globales ?el
terrorismo o la catástrofe ecológica planetaria? como por la muerte
de Dios, por la secularización de lo sagrado que ha estado en el
centro del proceso a través del cual se ha desarrollado la
civilización del mundo occidental".
Años atrás el filósofo
argentino Enrique Marí explicaba este resurgimiento que se hacía
evidente: "Hay nuevos relatos que ponen en juego soluciones
imaginarias, creencias mágicas, cosas que son semejantes a los
mitos, simples supersticiones, relatos vinculados a mentalidades
primitivas que aparecen junto a la religión tradicional. El hombre
está atormentado por los problemas que tiene que reinventar para
seguir viviendo. Atormentado por su condición, el hombre recurre a
la religión y a la creencia para soportar las condiciones de la vida
y sus avatares. Hay un desencanto de la época, la economía no da
posibilidades de respuesta.
"En Oriente y Occidente la
humanidad acosada por el ímpetu tecnológico, las guerras, la
discutible muerte de Dios, la falta de cielos protectores, el exceso
de desencantos y los fracasos de las utopías, recurre al diálogo de
características religiosas. Algunos se vuelcan al budismo, es una
moda que tiene muchos seguidores en Hollywood, aunque el último
grito sea la Kabbalah, una forma mística del judaísmo.
Pero
el mundo de lo sagrado, ¿es una novedad? Lo sagrado no se perdió,
dice la antropóloga Verónica Riera "La cuestión de la pérdida es una
construcción de nuestra sociedad porque en realidad lo sagrado es
ahistórico. La pérdida es relativa, depende de quién lo enuncia, el
mundo de lo sagrado es dinámico y cambiante a lo largo del tiempo,
en todo caso la diferencia es que ahora hay conciencia de lo
sagrado".
"Si Dios creó el mundo, fue por temor de la
soledad: ésa es la única explicación de la Creación", pensó E. M.
Cioran. Al fin y al cabo, la religión también sirve para combatir la
soledad. De dioses y mortales.